El victimismo como estrategia política no suele dar buen resultado, especialmente cuando se ejerce de forma tan burda y descarada, queda adjetivado en lo más rancio y grotesco. Cuando se carece de argumentos, y ante un más que previsible fracaso, el victimismo es un mecanismo de defensa bastante recurrente. Despertar la compasión forma parte de la condición humana, pero es más propio de la infancia y de la juventud, que de un adulto, maduro, formado y experimentado.
Cuando alguno va de víctima política, en esa representación, difícilmente va a conseguir adhesiones y apoyos, lo más probable es que provoque lastima y pena. La teoría de "dame un mártir y te devolveré un héroe", queda para hechos y circunstancias más nobles y altruistas, porque al victimista habría que espetarle que igual vale para un anuncio pero no para una película.
El victimismo, para la mayoría, es el último cartucho en una relación y, generalmente, lo suele utilizar el que percibe su fracaso, haciendo suya la expresión "lo mío es puro teatro", siendo preferible, en estos casos, parecer tonto y estar callado que abrir la boca y demostrarlo.
En definitiva, el victimista se presta a una lacónica afirmación: a la sombra de otro sólo crecen los cobardes.
Fd° Manuel J. García Morales.
Concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Guía