La muestra ‘El largo viaje… De Altamira a la Cueva Pintada’ ha recibido la visita de cerca de 17.000 personas desde su inauguración el pasado 12 de julio en el centro dependiente de la Consejería de Cultura del Cabildo
El Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada de Gáldar (Calle Audiencia, 2) ha prorrogado hasta el 27 de noviembre la exposición ‘El largo viaje… De Altamira a la Cueva Pintada’. La decisión se fundamenta en el éxito de público, que se ha traducido en la visita de cerca de 17.000 personas desde su inauguración el pasado 12 de julio en el marco del décimo aniversario del citado centro dependiente de la Consejería de Cultura del Cabildo de Gran Canaria.
Otro de los aspectos que ha motivado la ampliación de la exposición, cuya clausura estaba prevista inicialmente para el 16 de octubre, ha sido la gran demanda de los centros escolares para visitar la muestra. El equipo directivo del Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada destaca que el planteamiento de la exposición ha sido valorado de forma muy positiva por todo tipo de público.
‘El largo viaje… De Altamira a la Cueva Pintada’ exhibe en Gáldar un total de 84 piezas del Paleolítico trasladadas con sumo cuidado desde Santillana del Mar, en Cantabria, y también desde el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid.
La exposición es fruto del ‘hermanamiento’ entre ambos espacios. De hecho, hasta el próximo 16 de octubre permanece abierta en Santillana del Mar una exposición paralela con el mismo nombre, integrada en este caso por 62 piezas prehispánicas procedentes en su mayor parte de las campañas de investigación llevadas a cabo en Cueva Pintada desde 1987 y, en segundo lugar, de la colección de Santiago Rodríguez y Áurea Aguiar, donada al Cabildo.
La exhibición sobre Altamira en Gáldar incluye una representación de la industria lítica paleolítica, es decir, de herramientas elaboradas a partir de minerales, entre las que destacan las puntas y los buriles, ambos de sílex. También aparecen agujas, arpones, punzones de hueso y elementos de adorno, como colgantes realizados con caninos atrofiados de ciervo y dientes de bisonte, zorro o caballo, así como una serie de ornamentos realizados con conchas.
Además, la Cueva Pintada expone los colorantes recuperados en Altamira, elaborados con óxido de hiero, margas (un tipo de roca sedimentaria) o carbones. Junto a ellos se podrán ver los machacadores y plaquetas en los que se trituraba el colorante. Entre los elementos vinculados a la expresión de lo trascendente destaca un aerógrafo realizado en hueso con decoración de líneas incisas, un instrumento que se utilizaba para aplicar el color.
Dos realidades claramente diferentes con puntos en común
La exposición va mucho más allá de un muestrario de elementos que ya de por sí reúnen un valor extraordinario para proponer una mirada inédita a ambos yacimientos. Su filosofía parte de la base de que en ambas culturas se trataba de los mismos seres humanos modernos (Homo sapiens) dotados de una misma capacidad simbólica, de un lenguaje abstracto y preocupados por un mismo anhelo: construir una sociedad para sobrevivir y conjurar la muerte.
Este proyecto expositivo conjunto afronta con éxito el reto de plasmar los nexos entre Altamira y Cueva Pintada sin obviar sus evidentes diferencias. La cueva de Altamira fue refugio de grupos de cazadores y recolectores. Durante ese tiempo, sus habitantes plasmaron en el interior de la caverna su forma de entender el mundo mediante imágenes que se conservan hoy como la expresión más espectacular del primer arte de la Humanidad.
Por su parte, la Cueva Pintada se erige como un ejemplo excepcional de esas cavidades, naturales o artificiales, que las sociedades agropastoriles de la Gran Canaria prehispánica convirtieron en espacios para acoger la vida y la muerte. Estos ámbitos subterráneos sirvieron, además, como soporte sobre el que plasmar su universo simbólico.