El cuadro ‘Vividoras del amor’, una obra maestra de Julio Romero de Torres propiedad de la Fundación La Caja de Canarias, se suma a la exposición permanente de la Casa de Colón
El cuadro ‘Vividoras del amor’ (1905-1906), un óleo de Julio Romero de Torres considerado una obra trascendente de la pintura española de principios del siglo XX, se suma desde hoy a la exposición permanente de la Casa de Colón gracias a un acuerdo de préstamo con la Fundación La Caja de Canarias, entidad que adquirió la obra en 1998 en la mítica casa de subastas Sotheby’s de Nueva York.
Esta “obra fundamental” dentro de la trayectoria del artista, según destacó hoy durante su presentación el director general de Cultura del Cabildo de Gran Canaria, Oswaldo Guerra, se exhibe en la sala de pintura dedicada a los siglos XIX y XX del citado museo. El presidente de la Fundación la Caja de Canarias, Blas Trujillo, subrayó que la pieza “es el buque insignia” de los fondos de la entidad y recordó que este “patrimonio nacional” ha sido demandado para diversas muestras, como las celebradas en Bilbao o Córdoba, ciudad natal de Romero de Torres.
Trujillo, que estuvo acompañado también por el director general de la entidad, Fernando Fernández, manifestó que “es un día de celebración para la ciudadanía”, en alusión a la exposición pública de la obra “en el museo más visitado de Canarias”. En esta misma línea, la directora de la Casa de Colón, Elena Acosta, enfatizó que la incorporación de ‘Vividoras del amor’ supone un motivo de “enhorabuena para los ciudadanos” que se enmarca en la función que ejerce el centro dependiente de la Consejería de Cultura del Cabildo como museo de Bellas Artes y de “la labor y obligación que tenemos de difundir nuestro patrimonio cultural”.
Por todo ello, ‘Vividoras del amor’ se convierte desde ahora en un cuadro que no tiene igual en el panorama expositivo canario, tanto por su autoría como por la categoría de los elementos artísticos que confluyen en la obra del pintor cordobés, un óleo de considerables dimensiones (167.5 x 198.5 centímetros) que representa a cuatro en un prostíbulo y arrastra además una larga y curiosa historia a sus espaldas.
Sesión especial del ciclo ‘Miradas a la colección’
Esta nueva dimensión que alcanza la obra tendrá su primera manifestación este martes, 20 de diciembre, a las 19.00 horas, cuando protagonizará una sesión muy especial del ciclo ‘Miradas a la colección’, que pone el foco cada mes en alguno de los cuadros que integran la exposición permanente de la Casa de Colón. La velada, abierta de manera gratuita a la población, incluirá una conferencia monográfica y una visita guiada, a cargo ambos de María de los Reyes Hernández Socorro, Catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
La historia pública del cuadro, tasado actualmente en 390.000 euros, arranca en el año 1906, cuando el artista lo presenta en el marco de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1906. Sin embargo, la obra fue rechazada al considerarse que el tema abordado era poco decoroso. Ante este hecho, Romero de Torres decidió exponerla en la llamada Sala de Rechazados, una suerte de muestra paralela que tuvo más trascendencia y visitas que la muestra oficial.
El reconocimiento del cuadro por el público llevó a ‘Vividoras del amor’ a su exhibición en París un año después, en 1906. Investigadores como Javier Pérez Rojas, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Valencia, apuntan que su temática y su composición influyeron en una de las obras maestras de Pablo Picasso, ‘Las señoritas d’Avignon’.
El propio Pérez Rojas, uno de los más profundos conocedores de la trayectoria de Julio Romero de Torres, destaca acerca de ‘Vividoras del amor’ que “lo bárbaro y primitivo se dan la mano con cierta tristeza y fatalismo en un choque de fuerzas y sentimientos opuestos que gravitan en la obra” y agrega que “elabora una peculiar imagen de la España Negra cuya continuidad a lo largo de estas décadas podría incluso llevarnos a Buñuel”.
La pista del cuadro pasa de Europa a Estados Unidos
La pista de ‘Vividoras de amor’ pasa de Europa a Estados Unidos, donde en algún momento es adquirido por un coleccionista privado de este país que finalmente lo saca a subasta pública en una sesión celebrada en la casa Sotheby’s, cuando es adquirido por la Fundación La Caja de Canarias y pasa a convertirse en una de las joyas de su pinacoteca.
‘Vividoras del amor’ es otra escala dentro de la amplia presencia de la mujer en la producción de Julio Romero de Torres, que se debate entre las estéticas modernistas y las acusadas referencias simbolistas. Se trata por lo general de una mujer cotidiana, de acento muchas veces pecaminoso, ya sea por la desnudez de su cuerpo, ya por lo desafiante de su mirada.
Estas mujeres de tez cetrina, pintadas, interpretadas e interpeladas por Julio Romero de Torres son a menudo una mujeres demasiado evidentes en su sexualidad y en su baja extracción social, elementos sin lugar a dudas incómodos y lejanos al gusto de una parte importante de la puritana sociedad española de la época.
El desafiante y personal pintor del mundo femenino
Julio Romero de Torres nace en Córdoba el 9 de noviembre de 1874, ciudad en la que también fallece el 10 de mayo de 1930. Su vinculación y primeros contactos con el mundo de la pintura los debe a su padre, Rafael Romero Barros, que además de pintor, fue también conservador del Museo Provincial de Bellas Artes de su ciudad natal.
En 1903, ante el encargo de un ciclo de pinturas murales para decorar el Círculo de la Amistad de Córdoba, decide trasladarse a Madrid para familiarizarse con la pintura mural de los simbolistas. Una vez concluido este encargo, integrado por seis murales dedicados a las artes de la Pintura, Escultura, Música, Literatura, Canto de Amor y El Genio de la Transfiguración, el pintor andaluz regresará a vivir a Madrid.
Ya en la capital, su estilo se va consolidando y definiendo, haciéndose perfectamente reconocible incluso para los profanos. En esta definición de su lenguaje plástico, incidirán sin lugar a dudas sus viajes a Francia, Inglaterra, Italia, Suiza, Países Bajos y Marruecos, países que dejarán su impronta en la obra posterior.
Su estética de estos ya sólidos inicios, que le acercan a Puvis de Chavannes, se centra en el mundo de lo femenino, elemento éste que le acompañará en toda su producción, inundando de forma personal y por momentos desafiante, buena parte de su pintura.