Olor a guisos y postres, los belenes y la misa del gallo llenan la Navidad más tradicional de Gran Canaria
El inconfundible olor de la carne de baifo adobada y frita, las truchas de batata recién hechas, los belenes donde los Reyes Magos avanzaban cada día hacia el portal y las inevitables misas del Gallo conforman la Navidad más tradicional de Gran Canaria.
Aunque la fiesta ha cambiado de forma notable en las dos últimas generaciones, los isleños aún conservan viejas costumbres, transmitidas desde lejanos antepasados, que no faltan en las fechas navideñas, como explica la Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria (Fedac) del Cabildo de Gran Canaria, que también atesora antiguas postales.
Recuerdan padres y abuelos cómo en casi todas las casas había un nacimiento montado con esmero, unos más sencillos y otros más complicados, hechos con piedras de lava, líquenes, helechos y hasta algún bejeque traído de la Cumbre.
La tradición mandaba abrir las puertas de las casas para mostrar a los vecinos el belén realizado, muchas veces en pago de una promesa, sin el niño Jesús hasta Nochebuena, y no desmontarlo hasta pasado el día de la Candelaria, a principios de febrero.
El belén, un acontecimiento familiar
El montaje del belén, todo un acontecimiento familiar, aún es costumbre en muchos hogares, como el de Herminia Rodríguez, de Telde, que desde niña no dejó de hacerlo en pago por una promesa y transmitió la costumbre a sus hijas, que siguen con la tradición.
El día de Nochebuena, en las calles amanecía el olor del adobo que regaba la carne de baifo después de hervida y finalmente frita poco antes de la cena, de las batatas cocidas con las que realizar el relleno de las truchas o de la carne de cerdo usada en los exquisitos pasteles de carne.
No faltaban naranjas en los fruteros, ni algún vino de la casa para regar la cena, después de que los más pequeños repartieran parte de las viandas con familiares y vecinos menos pudientes, haciendo gala de la hospitalidad del canario presente de forma especial por estas fechas.
En las casas menos pudientes, la repostería era más sencilla, basada en bizcochos y algún mantecado, o en un turrón hecho de almendras y galletas que fue tradición en la zona del sureste grancanario y aún pervive en muchas mesas.
Pero antes de comenzar el festín había que ir a misa, con el estómago vacío para poder comulgar, y pasar por el besapiés de la figura del niño Jesús ya nacido, puesto en el belén de la parroquia y, después, en el de cada casa.
Los ranchos de ánimas hacían su aparición en Nochebuena en aquellos hogares en los que eran solicitados para rezar por los difuntos de la familia, convencidos de la ayuda que prestaban a sus almas para que alcanzaran el cielo.
Después llegaba el día de Navidad, el de los Inocentes y, para coronar las semanas de festividad, el auto de Reyes. Pero esa ya es otra historia que en su momento contará el Cabildo de Gran Canaria para deleite de los amantes de las tradiciones.